¿Estamos en el inicio de un ciclo de súper huracanes? De acuerdo a recientes investigaciones, todo indicaría que estamos a la mitad o al inicio de un ciclo de súper huracanes. Un ciclo que se ha repetido a lo largo de la historia pero que debido a falta de información desconocíamos. Apenas hace unos años, el 01 de abril de 1960, fue lanzado el primer satélite meteorológico desde Cabo Cañaveral en Estados Unidos. A continuación los resultados de estas investigaciones con datos sorprendentes.
En los últimos años la violencia de los huracanes en el Atlántico se ha visto intensificada, así como la actividad que se ha incrementado en un 250% respecto a los 50 años anteriores. Las investigaciones han dado como resultado indicios de ciclos extremos de huracanes y probablemente ahora estemos en uno de ellos. En la década de los 70 estuvimos en un periodo muy tranquilo en cuanto a huracanes, razón que hizo migrar a miles de personas hacia las costas, sin tener presente las consecuencias que esto traería.
Todo cambió en 1992 con el paso del poderoso huracán Andrew categoría 5 que afecto las Bahamas y Miami. Fue tan devastador que nadie estaba preparado para un evento de tal magnitud. Esto forzó a cambiar el monitoreo y la definición de intensidad de los huracanes. Incluso en aquel entonces se había catalogado a Andrew como categoría 4, hasta que diez años después se definió que había sido un huracán 5.
Evidencia de súper huracanes en los árboles
El Dr. Henri Grissino-Mayer de la Universidad de Tennessee en Georgia busca la huella de huracanes en los árboles, para ayudar a aclarar si existen estos ciclos de súper huracanes. El indicativo que afirma el paso de uno de ellos es que en el árbol se encuentra la presencia de oxígeno en forma de isótopos de oxígeno. Los hallazgos revelan que han pasado huracanes en lugares alejados de las costas, donde solo se tiene tormentas en la actualidad, sin registro histórico de uno de estos fenómenos. Los anillos de crecimiento de los árboles nos permiten saber el paso de los huracanes en el pasado pero es difícil saber la intensidad, es por ello que está investigación se suma a la siguiente.
Evidencia de súper huracanes en los sedimentos
El Dr. Jeffry P. Donnelly de Woods Hole Oceanographic Institution de Massachusetts, expone que con un núcleo de sedimento de 180 metros de profundidad se pueden obtener datos de hace 1,300 años. Gracias a estos sedimentos es que se podría generar un calendario de huracanes. Aparentemente los ciclos se han repetido por los últimos 2,500 años. Estos resultados también afirman el paso de huracanes por zonas que ahora solo experimentan tormentas.
Los satélites nos ayudan a pronosticar la trayectoria de un huracán pero saber el cambio de intensidad aún continúa resultando un desafío. Recientes investigaciones han arrojado que sobre el ojo del huracán emerge una torre de aire caliente que funciona como un acelerador de la velocidad del viento, tomar en cuenta sus valores, podría ayudar a definir la intensificación de una forma más certera. Esta herramienta aún se encuentra en evaluación por NOAA, de ser aceptada podría ayudarnos incluso a encontrar patrones.
Otro dato que en lo personal me resulta interesante en caso de comprobarse, es que al parecer los huracanes no nacen de un sistema de origen desorganizado, sino todo lo contrario, podría parecer desorganizado pero obedecer a un patrón incluso de trayectoria. Esto está en vías de comprobarse.
Deberíamos considerar la categoría 6,7 y 8
No podemos ni debemos sentirnos confiados porque aún nos falta mucho por conocer sobre los huracanes y probablemente aún no vivimos una tan fuerte como alguno que se haya formado en el pasado. Este grupo de doctores, investigadores y científicos solo apuntan a que serán más brutales, con intensificación repentina, y lluvia extrema que afectaría las costas del Atlántico. El agua en las bermudas ha revelado datos alarmantes que apuntan a que deberíamos considerar las categorías 6, 7 y 8. Hemos modificado al planeta e incrementado el riesgo.
En el caso de las costas, la urbanización ha hecho desaparecer los bosques pantanosos que servían de protección contra los intensos vientos y los árboles que absorbían el agua de las tormentas y disipaban la energía de las olas, ahora a quedado vulnerable.